Juan Carlos García, un hombre justo, de pasos cortitos, mocasines lustrados, un traje perfectamente calzado, corbata meticulosamente bien anudada. Soltero, empleado, de buen comer. Vivía su vida tranquilo, a su manera, disfrutando los pequeños placeres de la vida y sin sobresaltos, la atravesaba calculadamente, sin prisa. Para esto Juan Carlos tenía un secreto... Siempre medía sus palabras, lo hacía con una regla que llevaba llueva o truene consigo en su bolsillo. No hablaba ni de más ni de menos y siempre tenía las palabras justas. Todo iba tranquilamente bien en su vida, hasta que un día Juan Carlos García se encontró cara a cara con el amor, un amor deslumbrante, despampanante, desconcertante, desesperante y desbordante, un amor a mil kilómetros por hora en bicicleta en un camino sinuoso.Y ahí fue cuando la regla empezó a fallar... cada palabra que emitía no era suficiente para llamar la atención de la dama en cuestión. Era un terreno en el que él nunca había incursionado. Pese a que Jazmín -la mujer en cuestión-, era adorable y cada vez que lo veía lo saludaba con simpatía y una sonrisa de oreja a oreja, Juan Carlos nunca podría así enamorarla, no le alcanzaba con sus palabras. El Sr. García se vio obligado a recurrir a un doctor en Letras. Se dirigió al hospital fue atendido por el Dr. Saltarinni, quien al escuchar su problema, colocó su estetoscopio en el pecho de Juan Carlos y le fue indicando que diga las primeras palabras que se le vinieran a la mente. El paciente dijo todo tipo de palabras: largas, cortas, abstractas, intelectuales, felices, tristes, horrorosas y adorables. Lo que pasó fue que el Doctor Saltarinni le dijo:
- Mirá, Juan Carlos, no te voy a mentir... tus palabras son estupendas, están perfectamente medidas, pero todas son grises.
Acto seguido el Dr. arrebató la regla de Juan Carlos y se la partió en la cara.
- Problema resuelto - dijo.
Juan Carlos aprendió que las palabras no sólo tienen medida, sino que también tienen forma, peso y color. Salió disparado fuera del hospital hacia el amor, en una cascada de palabras coloridas y con diferentes formas, todas llenas de puro sentimiento.
(O Juan Carlos se volvió a comprar una regla y a ésto le sumó una balanza y una muestra de colores de una pinturería)
(Encontrar las palabras justas es mas fácil de lo que parece, basta con escucharse a uno mismo después que la razón haya empañado y enmarañado los más puros sentimientos. Pero a veces cuesta.)
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